Maquiavelo - El príncipe
Maquiavelo nace en el año de 1469 en Florencia. Historiador, político y diplomático, fue un hombre preocupado por el destino de su patria. Italia no era entonces más que un puñado de ciudades fragmentadas, peleadas entre sí, donde España y Francia ejercían un control muy importante. Es en ese contexto donde florece su pensamiento político, añorando recuperar la antigua gloria romana.
Lo primero que tenemos que conocer es su forma de ver y entender la política. Para Maquiavelo, la política se refiere exclusivamente a lo que hace el gobernante. Y toda actividad, toda decisión de quién gobierna, debe basarse en el desarrollo de un mecanismo efectivo para el ejercicio del poder, el mantenimiento del poder y el crecimiento del poder. Pero para que un gobernante se mantenga en el poder, Maquiavelo dice que es importante que éste deje de lado consideraciones morales, orientando sus acciones no en el deber ser, sino en lo que es; es decir, lo real, lo que funciona.
Como ya se habrán dado cuenta, esta nueva forma de entender el quehacer político tiene una característica: es sumamente realista. Este realismo le va a dar a la política su propio lugar, su propio sentido y su propio significado, ya no va a estar subordinada ni a la ética, ni a la filosofía, ni a la religión.
Maquiavelo es el primero que rompe con la tradición política clásica iniciada por Sócrates, Platón y Aristóteles, quienes -según él- nos hablan de una naturaleza humana inexistente, que concibe a los hombres no como son, sino como a ellos les gustaría que fueran. Por eso, Maquiavelo nos dice que la enseñanza política de los clásicos es inútil y que la construcción de un gobierno no debe hacerse con supuestos idealistas, sino con conocimiento de cómo son los hombres en realidad.
El capítulo XV de El Príncipe condensa perfectamente este realismo político, echémosle un vistazo:
“Sé que muchos han escrito sobre cómo se debe gobernar, y me pregunto ahora si yo no seré tachado de presuntuoso, sobre todo al comprobar que en esta materia me aparto de sus opiniones. Pero siendo mi propósito escribir cosas útiles para quien las entiende, me ha parecido más conveniente ir tras la verdad efectiva de las cosas que tras su apariencia.
“Porque muchos se han imaginado como existentes de veras a repúblicas y principados que nunca han sido vistos o conocidos; porque hay tanta diferencia entre cómo se vive y cómo se debería de vivir, que aquel que deja lo que se hace por lo que debería hacerse marcha a su ruina en vez de beneficiarse, pues un hombre que en todas partes quiera hacer profesión de bueno es inevitable que se pierda entre tantos que no lo son. Por lo cual es necesario que todo príncipe que quiera mantenerse aprenda a no ser bueno, y a practicarlo o no de acuerdo con sus necesidades”.
Es principalmente por esta invitación a “no ser bueno” que a Maquiavelo comúnmente se le suele asociar con la maldad, la represión, el engaño, la simulación y la inmoralidad. Ustedes también habrán escuchado esa famosa frase de “el fin justifica los medios”, con la que comúnmente la gente suele resumir sus lecciones y con la que se le identifica.
Ahora, si bien asociamos al maquiavelismo con esta idea de que la política es la lucha, la conquista y la conservación del poder en un Estado sin importar los medios a los que haya recurrir para lograrlo, es justo decir que el maquiavelismo es anterior a Maquiavelo; porque las traiciones, los engaños, los crímenes y los juegos estratégicos no son algo que haya inventado Maquiavelo, lo único que ha hecho es estudiar los hechos históricos, sacar lecciones de eso y ponerlas en libros.
Esto en cuanto al realismo político. Lo que veremos ahora son estas lecciones que nos da Maquiavelo en El Príncipe acerca de cómo se conserva y se acrecenta el poder exitosamente.
Número 1: El Príncipe debe tomar en cuenta a la hora de gobernar que “los hombres son ingratos, volubles, falsos, cobardes y codiciosos; y que mientras los trates bien son todos tuyos, te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, pero en cuanto tengan la necesidad de hacerlo, te darán la espalda”. (Capítulo XVII)
Número 2: No debe preocuparle al príncipe tener reputación de cruel con tal de mantener unidos y leales a sus súbditos, “pues con poquísimos castigos ejemplares será más clemente que quienes, por excesiva clemencia, dejan proseguir los desórdenes, y con ellos, los asesinatos y rapiñas a que dan lugar”. (Capítulo XVII)
Número 3: Lo mejor para un príncipe es ser temido y amado al mismo tiempo por sus súbditos, pero como es muy complicado tener las dos, “es mucho más seguro ser temido que amado”, pues ser amado depende de los demás, mientras que ser temido depende de uno mismo.
Número 4: El príncipe debe evitar ser odiado. Para evitar ser odiado debe mantenerse al margen de los bienes y las mujeres de sus súbditos, “más por encima de todo, debe abstenerse de los bienes ajenos, pues los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio. Un príncipe prudente debe fundarse en lo que es suyo y no en lo que es de otros”.
Número 5: “Hay dos modalidades de pelear por un Estado: con las leyes y con la fuerza. La primera es propia del hombre, la segunda de las bestias. Un príncipe requiere hacer buen uso de las dos, así pues, necesitando un príncipe hacer buen uso de la bestia, debe ser al mismo tiempo león y zorra, porque el león no se defiende de las trampas, ni la zorra de los lobos. Requiere, por tanto, ser zorra para reconocer las trampas, y león para amedrentar a los lobos”. (Capítulo XVIII)
Número 6: Debe ser un gran simulador y disimulador. “Un príncipe no tiene porqué poseer todas las cualidades de un hombre bueno, pero sí es del todo necesario que parezca poseerlas. Es más, me atrevo a decir que si las tuviera serían perjudiciales, mientras que si aparenta tenerlas le son útiles”. (Capítulo XIX)
Número 7: Un príncipe no puede ni debe mantener una promesa si esta termina por volverse en su contra o desaparecen las razones que la llevaron a hacerla. (Capítulo XIX)
Número 8: Un príncipe que quiera mantener el Estado se ve con frecuencia forzado a no ser bueno, pues cuando una de las partes que tú consideras necesaria para mantenerte está corrompida, te ves obligado a satisfacerla, y entonces las buenas obras te son enemigas. (Capítulo XIX)
Número 9: “Un príncipe debe mostrar predilección por el talento, y conceder honores a quienes sobresalen en un arte. Junto con eso, debe velar porque sus ciudadanos ejerzan en paz sus oficios, tanto en el comercio, como en la agricultura o en cualquier otra actividad, sin temor a mejorar sus posesiones pensando en que le serán arrebatadas, o bien, a no abrir un negocio por culpa de los impuestos, por el contrario, debe recompensar a quienes estén dispuestos a engrandecer a su ciudad”. (Capítulo XXI)
Número 10: Un príncipe debe rehuir de los aduladores, debe elegir para su Estado a hombres juiciosos.
Número 11: El príncipe que todo lo basa en la fortuna se hunde cuando esta cambia. La fortuna es más fuerte cuando no hay virtud organizada que se le oponga.
Con esto pasamos a la tercera parte del video, que son los conceptos de fortuna y de virtud, y la estrecha relación que hay entre ambos. Maquiavelo nos dice que hay dos cosas que determinan el rumbo de nuestras vidas: la fortuna y la virtud. La fortuna es aquello que no podemos prever, aquello que aparece, digamos, “sin querer”, como la suerte o el azar.
“Muchos han sido y son de la opinión de que las cosas del mundo están gobernadas por la fortuna, de ahí que piensan que no hay porqué poner empeño en cambiarlas. Yo a veces me he inclinado hacia esa opinión, sin embargo, juzgo que quizás sea cierto que la fortuna sólo es el árbitro de la mitad de nuestro obrar, pero que el gobierno de la otra mitad lo deja para nosotros”. (Capítulo XXV)
Esta otra mitad, esta libertad que tenemos nosotros para elegir, cuando logra imponerse a la fortuna, se denomina virtud. Ubicándola dentro del contexto de El Príncipe, un gobernante virtuoso es aquel que tiene la astucia para saber cuál es el momento adecuado para ejercer el poder, y de qué manera, por supuesto. En ese sentido, Maquiavelo dice que los tiempos cambian constantemente, nunca va a tener éxito un mismo proceder, ante esto, la virtud previene y planifica todos estos imprevistos que la fortuna nos presenta.
Después de ponernos algunos ejemplos históricos de cómo la virtud se ha impuesto a la fortuna, Maquiavelo llega a la conclusión de que, por lo general, es mejor ser impetuoso que cauto, haciendo una analogía propia del machismo de su tiempo:
“Esta es mi opinión, es mejor ser impetuoso que cauto, porque la fortuna es mujer, y es necesario, si se quiere poseerla, forzarla y golpearla. La mujer se deja someter más por los impetuosos, que por quienes proceden fríamente. Por ello, la mujer es siempre amiga de los jóvenes, pues estos son menos cautos, más fieros y le dan órdenes con más audacia”. (Capítulo XXV)
Como conclusión, el conocimiento de cómo son los hombres en realidad, acompañado del buen manejo de la fortuna, harán del príncipe un líder virtuoso, marcado por la efectividad y el éxito.
Antes de terminar, es importante precisar algunas cosas:
Uno. Maquiavelo justificó su teoría política a través de ejemplos de la historia, principalmente del antiguo imperio romano, la razón nos la dice él mismo: “Roma demostró en qué medida pudo más la virtud que el azar en la adquisición de aquel imperio”.
Dos. Este manual de instrucciones que es El Príncipe convierte a Maquiavelo en padre de lo que después se llamó Razón de Estado, que es la justificación de actos moralmente cuestionables por parte de los gobernantes por el bien y la paz de los ciudadanos.
Tres. El Príncipe fue dedicado a Lorenzo de Médicis, invitándolo a tomar las armas y liderar a Italia para liberarla de ocupaciones extranjeras.
Cuatro. La frase el “el fin justifica los medios”, no la dijo él, fue puesta en su boca por Maurice Jolly en su libro Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu.
Cinco. Es importante no endiosar ni satanizar el pensamiento de Maquiavelo. Es cierto que le quitó la ingenuidad y la inocencia al análisis político al dar una descripción más realista del funcionamiento de los Estados. Pero tampoco podemos decir que ese realismo goza de imparcialidad científica, porque no fue imparcial, los ejemplos históricos que utilizó fueron usados según su conveniencia para justificar sus teorías.
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